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¿SABES SUPERVISAR? Por Eladio Uribe

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En la práctica, las grandes decisiones no pesan. Durante un almuerzo, un juego de tenis o una visita informal, se puede decidir una inversión que envuelva  millones de dólares o el inicio de una guerra, sin que eso sea muy dificultoso para los actores. Son los detalles, sin embargo, las pequeñas cosas  las que ejercen una gran influencia que pueden afectar el resultado de las grandes decisiones, que pueden retardar los tiempos de ejecución, que pueden hacer mucho mas complicado el proceder de un superior o jefe, de un departamento, de una empresa, de un país…

 

Cuando un supervisor, jefe, gerente o como usted quiera llamarle a aquella persona que tiene responsabilidad por el trabajo de otros o autoridad para coordinar las actividades de un grupo de empleados para alcanzar determinados objetivos, no toma en cuenta los detalles, no ve en las pequeñas cosas elementos importantes para motivar a su personal, se está quedando corto en la misión puesta a su cargo por la empresa.

 

Con los pequeños detalles podemos lastimar los sentimientos de una persona o podemos incentivar el pensamiento creativo y las acciones positivas de ésta. Si el jefe o supervisor no puede hacer bien esta tarea, tenderá a perder su humanidad, algo sumamente negativo en el mundo de las relaciones y en el trabajo.

 

Conocer los pequeños detalles y no descuidarlos evita el surgimiento de graves situaciones para las cuales podríamos no tener solución o no estar en el puesto al momento de aplicarlas.

 

Como supervisor(a) eres capaz de dar una palmadita en la espalda y decirle “qué bien lo hiciste” a un colaborador que acaba de realizar un excelente trabajo? Conoces a tus subalternos realmente? ¡Cuidado! Conocerlo no es saberse el nombre. Es mucho más que eso. Es saber de sus sentimientos y aspiraciones, de sus competencias para realizar éstas y otras labores, de su potencial de crecimiento en el departamento y en la organización y hasta de su vida familiar.

 

¿Sabes decir gracias, hablas de nosotros en lugar de YO, saludas de manera directa y usando su nombre a cada colaborador o lo considera innecesario? ¿Enseñas a trabajar o constantemente estás abofeteando con palabras indecentes e innecesarias? ¿Crees que la gente puede aprender de los errores y así lo practicas o eres inflexible, odioso e incapaz de escuchar?

 

¿Te preocupas cuando tu aliado en el trabajo llega tarde y tratas de ayudarlo a superar esa dificultad o esperas que tenga un rosario de faltas para enviarlo a Recursos Humanos y provocarle un despido? ¿Cuál es el índice de rotación de tu departamento durante el último año? La pérdida de un miembro de la orquesta o del equipo, se convierte en una pérdida para toda la empresa y si esa pérdida es en tu propio departamento, podría significar hasta un 100% de baja cuando los indicadores señalen el peso monetario de los resultados obtenidos.

 

Muchos supervisores practican a solucionar sus problemas con el personal a través de la decisión radical de dejarlo fuera de la empresa a la primera falta, sin darle oportunidad de reivindicarse. No se dan cuenta que al despedir un empleado o cuando éste renuncia por situaciones que pudimos haber superado, corremos el riesgo de no volver a tener nunca una persona con igual potencial y eso puede llevarnos a lamentarnos toda la vida.

 

Competencias claves para ser un jefe eficaz son la capacidad de comunicación y la confianza en su equipo de trabajo. Una persona eficaz es aquella “que hace las cosas correctas” como diría Peter Drucker.  Cuando se tiene capacidad para la comunicación, se trata de alguien que ante que nada, sabe escuchar, permite y alienta al otro a expresar sus ideas, responde luego de asegurar entendimiento de las expresiones del otro.

 

Un colaborador al que no se le escucha, además se le amenaza  y ofende constantemente, es un potencial candidato a buscar empleo en otra empresa o a realizar una acción de la que todos nos sintamos culpables en el futuro. Por eso, revisar las actitudes como supervisor y cambiar hacia formas más adecuadas de gestionar al personal, siempre será más rentable.

 

Lo que la gente sienta al escuchar y mirar a su superior, estará en relación proporcional con las posibilidades de lograr que haga lo que debe hacer. La confianza que les brinde, será otro factor de primer orden  para que vean un superior seguro de sí mismo del que se puede aprender mucho.

 

Ser supervisor(a) entonces, no es una tarea fácil, no es una suma aritmética,  es más bien una obra de arte. Y como obra de arte, para que sea buena y apreciada por los tasadores que son los superiores y clientes de nuestros trabajos, tiene que ser realizada con alta calidad desde el principio hasta el fin. La primera ayuda para lograr este necesario objetivo es haciendo que el grupo de trabajo se convierta en un equipo. En un equipo se tiene clara la misión, los objetivos y los valores a seguir para lograr los objetivos. En el equipo se comparten ideas, sugerencias, responsabilidades y sobre todo, se cree en la disposición de cada uno de los integrantes para aportar a la causa buscada. No hay mejor forma.

 

Muchos supervisores viven aferrados a métodos irritantes donde el uso del insulto, los llamados de atención delante de compañeros, discutir de “tú a tú” con el miembro del equipo y otras formas no menos imprudentes son su manera natural de actuación. Algunos empleados aceptan esto por necesidad; pero sólo por un tiempo. Cuando menos esperamos, se producen situaciones en el trabajo que impiden el logro de resultados de verdadera calidad. Superarse a sí mismo y deshacerse de elementos que perjudiquen sus actuaciones, será un gran beneficio para cualquier supervisor y para la empresa.

Prepararse, conocer las metas de la empresa, definir a fondo los alcances de su departamento o dependencia y lo que se espera lograr, conocerse a sí mismo y a su gente y aprender aquellas cosas que no conoce o en las que no tiene experiencia, comunicar a cada empleado lo mucho que se aprecia su labor y ser capaz de distinguir las prioridades de lo secundario. Agregue ser asertivo, o sea, decir las cosas cuando hay que decirlas y donde hay que decirlas.

Nada de esto significa permisibilidad que es una falla de la que adolecen muchos supervisores. Si hay faltas, en la escala que corresponda y con toda justicia, los autores deben recibir las sanciones de lugar; pero ojo, una actuación correcta como supervisor hará que las faltas sean mínimas y los beneficios por encima de las proyecciones.

El autor es Director General de Recursos Humanos de Central Romana Corporation, ex-presidente de la  Federación Interamericana de Asociaciones de Gestión Humana (FIDAP) y ex-presidente de ADOARH.

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